AllaNad

Preparando el camino.

LUCHANDO CONTRA LA DUDA

“En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario,
tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe,
mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego,
sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”. 1ª Pedro 1:6-7

Todos los cristianos en algún momento de nuestra vida, hemos tenido una lucha contra la duda. ¿Cuántos de nosotros hemos estado siempre llenos de fe?, sin embargo, la duda no es el mayor pecado, sino la falta de fe.
Dios se entristece cuando no confiamos en Él, porque quiere proveer para cubrir nuestras necesidades. Quiere mostrarnos nuestro propósito y ayudarnos a vivir en Él. Quiere que confiemos en Él para todas las cosas y en todo tiempo.
La fe es un don. Dios nos da una determinada cantidad de fe para vivir nuestras vidas. Fe para el futuro. Fe en que su poder nos guía. Fe en su capacidad para cuidar de nosotros. “Conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”. (Romanos 12:3).

LA VIUDA, ELISEO Y UNA ENSEÑANZA DE FE.
La Biblia nos cuenta de una viuda que le dijo al profeta Eliseo que los acreedores vendrían para llevarse a sus hijos como esclavos. Cuando Eliseo le preguntó: “¿Qué tienes en tu casa?”, ella respondió que sólo tenía una vasija de aceite, y como Dios utiliza lo que tenemos, Eliseo entonces le dijo que tomara prestadas todas las vasijas vacías que pudiera conseguir. “No pocas”, le dijo. (2ª Reyes 4:2-3).

¿Qué tenemos en casa?
En otras palabras, no pensemos en pequeño sobre lo que Dios puede hacer en nuestra vida. Preparémonos para que Dios haga algo grande. Lo que hoy tenemos, es suficiente para ver la bendición de Dios en nuestra vida. ¿Qué tenemos en casa?
La viuda hizo lo que Eliseo le había indicado y luego “se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos”. (2ª Reyes 4:5).
Cuando ofrecemos a Dios todo lo que tenemos y nos preparamos para que él haga algo grande debemos cerrar la puerta, declarando la duda del mundo afuera.
Cuando la viuda vertió su aceite en las vasijas que había conseguido, las llenó todas. Cuando estuvieron todas llenas “cesó el aceite”, dejó de fluir. (2ª Reyes 4:6)

La Bendición.
La viuda entonces vendió el aceite, pagó su deuda, y tuvo dinero suficiente para vivir. No dice que Dios lo hizo cada mes durante el resto de su vida, fue algo especial que hizo en ese momento. Y proveyó en proporción a lo que la mujer era capaz de recibir.
Habrá momentos en que necesitaremos más fe. El problema es que a menudo cuando los tiempos son difíciles, cuando necesitamos el mayor milagro porque sabemos que si Dios no hace algo nos hundiremos, en esos momentos precisamente es cuando tenemos miedo y comenzamos a dudar.
Y si no hemos estado leyendo la Palabra de Dios como debiéramos, entonces nuestra fe no se ha fortalecido. (Romanos 10:17).




Alabar y adorar a Dios siempre aumentará nuestra fe, y no sólo eleva nuestra visión para ver quién es Dios en realidad y todo lo que ha hecho, sino que además nos capacita para ver lo que es capaz de hacer. La alabanza aumenta nuestra capacidad para recibir un don de fe mayor del que ya tenemos. Aumenta nuestra conciencia de las grandes cosas que Dios quiere hacer en nuestras vidas y en las vidas de otras personas. Nos da visión de nuevas posibilidades.

LA QUEJA ES UNA DUDA DISFRAZADA.
A Dios no le gustan las quejas. Cuando el pueblo de Israel se quejaba por estar en el desierto y dudaron de que Dios tuviera algo bueno en mente para ellos, el Señor envió fuego para destruir a una parte de la población (Números 11:1). Necesitamos venir ante Dios y ver si algunos de los fuegos en nuestra vida son por la misma razón. Quizá nos metamos en problemas porque permitimos que la duda tome el lugar de la fe.
Quejarnos en lugar de alabar y adorar es señal de que no somos agradecidos con Dios y de que dudamos de su bondad y fidelidad. Cuando nos quejamos indicamos que no confiamos en Dios y que dudamos de que nos ayude. Dudamos que pueda hacer lo imposible. Nuestra falta de fe levanta una barrera entre nosotros y el Señor, y cortamos la avenida por la cual Él puede bendecirnos.
Alabar a Dios en medio de los momentos de duda abre la senda para la llegada a nuestra vida una nueva medida de fe.

CON DIOS TODAS LAS COSAS SON POSIBLES.
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.
Hebreos 11:1
Los milagros suceden porque la gente tiene fe. No fe en los milagros, sino fe en Dios, que obra milagros.
Cuando una mujer que había tenido hemorragias durante doce años tocó el borde del manto de Jesús, el Señor se volvió y le dijo “Ten ánimo hija, tu fe te ha salvado”. Y la mujer quedó sana en aquel momento (Mateo 9:20-22). Jesús sanó a los ciegos tocándolos, y dijo: “Conforme a vuestra fe os sea hecho” (Mateo 9:29). Por fe, fue que los Israelitas cruzaron el Mar Rojo a pie como si fuera tierra seca mientras los egipcios se ahogaron intentando hacer lo mismo (Hebreos11:29).
Para poder ver milagros en nuestras vidas tenemos que tocar a Jesús y tener fe en su poder y deseo de tocarnos. La alabanza y la adoración nos capacitan para hacer esto. Nuestra adoración influirá en lo que sale de nuestra vida, ya sea una gran fe o una gran duda.

¿Qué hacemos cuando recibimos malas noticias? ¿Cómo reaccionamos cuando el doctor nos informa que el resultado de nuestros análisis es malo? ¿Se desploma nuestro corazón y surge la duda? Si esto nos ocurre, comencemos inmediatamente a alabar a Dios. Cantemos canciones de alabanza y adoración a Dios hasta romper con la tristeza o el miedo.
Mantengamos un corazón agradecido por quien es Dios y porque todo es posible para Él. Oremos por esa situación de forma específica. Declarémosle las razones por las que le amamos. Seamos agradecidos por tener Su Palabra. Citemos Su Palabra en nuestras oraciones. Al hacer todo esto, encontraremos que nuestra fe aumenta. Y al aumentar, podremos enfrentar las dudas y los miedos.
El hecho de que Dios responda a nuestra fe es señal de Su amor por nosotros. Él nos recompensa porque creemos en Él. Por confiar en Él. Es su gran amor por nosotros lo que hace que tengamos fe en Él.

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