“Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra”.
Salmos 91:9-12
La atención es una de las fuerzas más poderosas en el mundo. Junto con la comida y el agua, un bebé necesita la mirada atenta de una cara humana, que le sonría y le preste atención. Este rostro se convierte en un vínculo de seguridad. Mientras ese rostro esté a la vista del bebé, este pequeño sabrá que todo esta bajo control. Esta cara le dice al bebé que él tiene importancia y que todo está bien.
Uno de los grandes milagros de la vida es que Dios nos presta atención. Así como el bebé necesita atención de sus padres, así también nosotros necesitamos de la atención y del cuidado de Nuestro Padre Celestial.
Esto en parte es la razón por la cual los escritores de la Biblia hablan tan a menudo del rostro de Dios. Esta es la esperanza de la gran declaración de bendición que Dios mismo enseñó a la gente de Israel: “El Señor te bendiga, y te guarde: El Señor haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; El Señor alce sobre ti su rostro y ponga en ti paz”. Detrás de esta declaración, Dios está diciendo: “Yo estoy contigo.”
En otras palabras quiere decir: “No tengo nada más que hacer, ningún lugar en el que preferiría estar, estoy completamente entregado a estar contigo.” Este es el tipo de atención que Dios desborda en nosotros. Esta bendición dice que Dios no sólo volverá Su rostro hacia nosotros, sino que además Él hará “resplandecer” su rostro en nosotros.
Nuestra vida brilla y resplandece sólo en la presencia de Dios. Así dice la declaración de bendición, así es como Dios nos ama. Dios nos presta atención. En contraste, perder la cariñosa atención de Dios era, para el salmista perderlo todo. Pongamos atención en sus palabras: “El corazón me dice: ¡Busca su rostro! Y yo, Señor, tu rostro busco. No te escondas de mí; no me rechaces en tu enojo, a este siervo tuyo, porque tú has sido mi ayuda. No me desampares ni me abandones, Dios de mi salvación.” Salmo 27:8-9 NVI
Nadie ve como Jesús ve
El Evangelio de Juan cuenta la historia de un hombre ciego, que estaba acostumbrado a que no le prestaran atención y mendigar, era lo que hacia para vivir. Era otra cara en medio de la multitud, pero no fue así para Jesús.
Las primeras palabras de la historia son que: “A su paso, Jesús vio a un hombre que era ciego de nacimiento”. Este es el primer milagro de la historia, Jesús que después de todo tenía lugares a donde ir y cosas que hacer, realmente lo vio.
Jesús se fijó en un cobrador de impuestos arriba de un árbol. Sintió cuando una mujer, desesperada porque la sanara tocó el borde de su manto, a pesar de que la multitud lo empujaba. Vio a una viuda a la que nadie más le había dado ni una mirada y observó que ella le daba todo lo que tenía. Él reconoció a un niño que a nadie le importaba, que la multitud estaba tratando de echar a un lado.
Todas sus enseñanzas reflejan este aspecto de Jesús: Él nota la manera en que crece la semilla de mostaza y se expande la levadura; las maniobras que hace la gente para sentarse en los lugares de honor en las fiestas y para alcanzar altas posiciones con títulos en sus pequeñas comunidades. Él notó que sus discípulos discutieron acerca de cuál de ellos sería el mejor, Él notó sus dudas y temores mientras iban en una barca atravesando una tormenta; a veces ellos hubieran preferido que Él no notara tantas cosas. Pero es Jesús, ¡Nadie ve como Jesús!
Esto trae seguridad y paz a nuestra vida, cuando entendemos que los ojos del Señor están al pendiente de nuestras situaciones, de nuestros problemas y que así como vio al ciego, a la mujer enferma y a muchos más, de la misma manera nos está poniendo atención.
El cuidado de Dios para nuestra vida
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” Mateo 6:33
Jesús está dando una tremenda enseñanza acerca del cuidado de Dios para el hombre. Tiene una multitud frente a Él y con sus palabras quiere decirles que Dios tiene cuidado de ellos, que Dios está poniendo atención especial en sus vidas.
Jesús los invita a observar las aves...que no siembran; a ver las flores...que no trabajan, para luego confrontarlos con una pregunta: “¿no hará mucho más a vosotros...?. Termina haciendo una declaración que nos debe dar seguridad: “Pero vuestro Padre Celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas” y “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.”
Aprendamos a prestarle atención a Dios
La primera tarea en la vida espiritual, a la cual debemos regresar una y otra vez, es sencillamente esta: prestarle atención a Dios. Esto es un desafío constante, considerando la dificultad que tenemos para prestarle atención a cualquiera. A este desafío agreguémosle el de prestar atención a un Dios Santo e Invisible y el hecho de que siempre nuestro pecado tratará de distraernos.
La quietud es siempre un requisito para presentarnos delante de Dios. Los equipos telefónicos no funcionarán si existe interferencia, es lo mismo con nosotros y Dios. Primero tenemos que calmarnos, luego escuchar sin interferencias la voluntad de Dios para nuestra vida. Con cuánta frecuencia está Dios buscando hablarnos y obraría si tan sólo pudiéramos escucharlo.
Nuestra mente pierde su tranquilidad debido a que está excesivamente ocupada. Demasiadas responsabilidades, demasiada actividad, poco sueño, demasiadas demandas de la vida, demasiado hablar, todo eso interfiere con la quietud y nos evita ser capaces de discernir la voz de Dios.
“...y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”
Mateo 28:20
Si queremos hacer la obra de Dios, prestemos atención a la gente que tanto significa para Él. Notemos en especial a la gente que nadie más nota. Prestar atención es la forma principal en la obra del amor.
Demos gracias a Dios por Su amor y Su atención, recibamos Su cuidado; y reflejemos a otros la luz de Dios que brilla en nuestros corazones. Busquemos en esta misma semana, el poner atención a las personas que nos rodean y pongamos atención a lo que Dios nos quiere hablar.
SÍGUENOS