“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago:
olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,
prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.
Filipenses 3:13-14
El lamentar el pasado y tenerle pavor al futuro resultan ser ambos, unos “ladrones del gozo”.
Examinemos cada uno detalladamente para saber qué lo provoca y cómo evitarlo, a medida que vayamos en pos de gozar de la abundante vida que Dios nos ha proporcionado a través de su hijo Jesucristo.
El lamento por las cosas pasadas.
Muchas personas quedan atrapadas en el pasado. Solo existe una cosa que puede hacerse con el pasado, y esa es, olvidarlo.
Cuando cometemos errores, como todos los cometemos, lo único que podemos hacer es, pedirle perdón a Dios y seguir adelante. Al igual que Pablo, estamos ante la insistencia de seguir a la perfección, pero ninguno de nosotros la ha alcanzado.
Pablo disfrutó de su vida y ministerio. Pero aspiraba a algo más. Y esa “aspiración única” lo motivaba a insistir en buscar la perfección, al confesar que aún no la había alcanzado; él se “extendía”, pero estaba al tanto de cómo disfrutar su vida mientras hacía el viaje. Esa es una lección que debemos aprender.
Los errores son algo común de la vida. Y algunos pasamos muchos años de ella lamentándonos por cada uno de los fracasos que cometimos. El estar molestos cuando pudiésemos disfrutar de la vida, hace que continuemos tristes, y esto hace del primer error, otro más grande, y perdemos tiempo valioso como resultado de esos errores. Debemos resistir la tentación de echar a perder la otra mitad del día, al lamentarnos por la primera mitad.
Si cometimos un error hace veinte años o diez minutos, no hay nada aun por hacer que no sea pedir perdón y recibirlo, olvidar el pasado y seguir adelante.
Posiblemente habrá algún tipo de restitución que pueda darse a quien hayamos hecho daño, y, si fuese ese el caso, debemos restituir en lo posible el daño.
Pero, en “resumidas cuentas”, debemos liberarnos del pasado para poder enfrentar el futuro. Hasta que no hagamos eso, no disfrutaremos la vida de la manera que Dios quiso que fuese cuando envió a Jesús.
El lamentarnos por los errores pasados, nos roba el ahora. Dios nos ha llamado a caminar por fe. La fe opera en el ahora, en el presente.
Dios se ha encargado de nuestro pasado y se encargará también del futuro; entonces, no tenemos que vivir con lamentos y temores.
El Temor Por el Futuro
El temor nos hace lo mismo que el lamento, excepto que el temor nos ubica en el futuro, y el lamento nos ubica en el pasado. Algunos pasan la mitad del tiempo siendo jalados por un lado del lamento y por el otro lado del temor. El lamento y el temor están arruinando la vida de miles de personas, al robarles el gozo y la oportunidad de disfrutar la vida.
Temerle a las cosas puede convertirse en un hábito. A menudo, el postergar y el temer van de la mano. Cuando le tememos a una tarea que se aproxima, el postergar dice: “Déjalo para más tarde”. Eso suena bien sólo por unos minutos, pero la tarea sigue ahí sin realizarse todavía, y nosotros seguimos con temor hasta el momento de terminarla. Sería mucho mejor realizarla y sentirnos libres para seguir con otras cosas.
Sabemos que Dios no nos ha dado un espíritu de temor (2ª Tim 1:7), de hecho, la Biblia nos enseña en varios lugares a no temer. En Deuteronomio 1:29-30, donde se encuentran las palabras que Moisés les dijo a los hijos de Israel acerca de los enemigos que poseyeron la Tierra Prometida: No temáis, ni tengáis miedo de ellos. Jehová vuestro Dios, el cual va delante de vosotros, él peleará por vosotros, conforme a todas las cosas que hizo por vosotros en Egipto delante de vuestros ojos.
Notemos que el versículo 30 menciona al “Dios, el cual va delante de vosotros”. Jesús es el pionero (Heb 2:10). Eso significa que Él se nos adelanta y prepara el camino. Pensemos en esto cuando parezca imposible o desagradable lo que tengamos por delante, confiemos en Jesús, el pionero, va adelante y hace el camino. No hay temor que pueda contra eso.
El temor nos lleva al desastre. Es la puerta que Satanás tiene abierta para traernos lo que tememos o le tenemos pánico. El tenerle pánico a una labor resulta más doloroso que realizarla. Una vez que hayamos realizado la labor, está hecha. Pero mientras la postergamos, el pavor continuará.
Esfuérzate y cobra ánimo.
1ª Crónicas 22:13, es otra de las Escrituras que nos alerta contra el temor. Se halla en el versículo que les pronunció el rey David a los israelitas: “Entonces serás prosperado, si cuidares de poner por obra los estatutos y decretos que Jehová mandó a Moisés para Israel. Esfuérzate, pues, y cobra ánimo; no temas, ni desmayes”.
La Escritura dice que el temor no sólo nos mantiene alejados de la realización de la Palabra de Dios, sino que, por consiguiente, también entorpece nuestra prosperidad.
Según Hebreos 11:6, la recompensa le llega a quienes creen que Dios existe y le buscan con diligencia, quienes obran en la fe. En Romanos 14:23, Pablo dice que lo que no es fe es pecado. Con seguridad el temor no es fe.
Si permitimos que el temor evite que hagamos ciertas cosas, entonces lamentaremos no haberlas hecho. Esta combinación no es de Dios. Hacer un ajuste en nuestra actitud y manera de proceder puede cambiarlo todo.
Este es un buen día para decidir no temer más. Es tiempo de convertirnos en personas que actúan en el momento. Vivamos en el presente, no en el pasado ni en el futuro. Dios tiene un plan maravilloso para nuestra vida. Confiemos en Él. No lo dejemos para otro día.
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